lunes, 17 de septiembre de 2012

John Riley y el Batallón de San Patricio





 Hay muchas historias acerca del Batallón de San Patricio, pero también hay muchos mitos. En cualquier caso, es un hito en la historia de México.

La primera generalización es que el Batallón de San Patricio estaba formado solamente por irlandeses. Era mucho más plural. Eran mayoritariamente irlandeses, pero no sólo ellos. Había alemanes, italianos y gringos negros y gringos güeros, entre otros.

Casi todos los miembros del Batallón eran desertores del ejército de EU. Pero no todos ellos desertaron durante la guerra contra México.

La cabeza del Batallón, John Riley (Seán Pádraic Ó Raghallaigh, su nombre irlandés) desertó del ejército gringo aún antes de la guerra.

Caricatura anticatólica, vs. irlandeses y alemanes
Riley había llegado a América, como muchos otros, huyendo de la hambruna que azotó a su país por una epidemia en la papa. De inmediato se alistó, para comer. En filas, fue víctima de la discriminación nativista y anti-católica, contra irlandeses, alemanes e italianos. El nativismo, favorecer a los nacidos en EU es cosa vieja. El anti-catolicismo, cosa de la época.

Un día, Riley pidió permiso a sus superiores para ir a la misa católica. Fue hasta Matamoros y ya no volvió a Estados Unidos.

El batallón se fue formando poco a poco. Las razones son varias. Se ha subrayado el hecho de que eran católicos, pero no es lo único.

Había mucho maltrato en el ejército gringo; sobre todo hacia los inmigrantes y los negros. Cualquier falta la castigaban a latigazos.

También el lado mexicano contribuyó. Enviaban volantes prometiendo el doble de sueldo y también tierras para el final de la guerra.

Esta combinación de factores tocó suelo fértil. En el ejército de EU había un trato del asco: la guerra México-EU tiene el récord de deserciones. En ese impopular conflicto, casi 9% de los soldados norteamericanos desertaron. Para darnos una idea, pensemos que en la Guerra de Vietnam desertó 4%. Más de 5 mil soldados yanquis tiraron las armas y huyeron. Lo relevante es que varios cientos se hayan pasado al bando enemigo. Al nuestro.

Sus primeras escaramuzas, como “Legión de Extranjeros” fueron, como artilleros, en las batallas de Palo Alto y Resaca de la Palma. Ya como Batallón de San Patricio, y con Riley como teniente, participaron en la batalla de Monterrey, en la que rechazaron tres ataques al centro de la ciudad. Eran ya más de 700 en la Batalla de la Angostura. Se les asignaron los mejores cañones e hicieron muchas bajas en el ejército invasor. Después se convierten en unidad de infantería artillada, con dos capitanes: Riley y James (Santiago) O’Leary a cargo de cada una de las compañías.


Tuvieron varias banderas. En una aparecía el nombre de Riley; en varias, el arpa irlandesa; en otra una cruz; en otra, la imagen del Santo. En todas: “Erin go bragh” (Irlanda para siempre)

Viene la batalla de Cerro Gordo, en la que las tropas mexicanas flaquean, pero los irlandeses no, y terminan combatiendo cuerpo a cuerpo con los gringos. Pierden a más de un centenar de hombres.

Ya mermado y en retirada, el Batallón de San Patricio es la principal resistencia en la batalla de Churubusco, el 20 de agosto de 1847.

La Batalla de Churubusco
Esa batalla es famosa por los errores tácticos de Santa Anna y porque, al acabarse el parque, los repuestos que llegaron no eran los adecuados. Casualmente, del vagón con municiones solo eran compatibles los cartuchos de  9 ½ dracmas (5/8 de onza) con los mosquetes de los San Patricios. Además, una chispa quemó parte del parque que acababa de llegar, causando quemaduras al general Anaya y al capitán O’Leary.


Cuando se acabó el parque y Anaya sacó una bandera blanca, los irlandeses no lo dejaron: querían seguir combatiendo a sable y bayoneta. Se dice que en esa batalla, los San Patricios estuvieron muy atentos para cebarse en los oficiales gringos, lo que abona a la idea de la venganza personal y de clase.

De los 700 originales, tras la batalla de Churubusco sólo quedaron 170. La mitad de ellos, capturados por el enemigo invasor; Riley, entre estos últimos.

Hubo dos cortes marciales contra los San Patricios. Una en Tacubaya; la otra en San Ángel. En ninguna de ellas los detenidos contaron con abogado.

La condena para 48 de ellos fue morir en la horca, algo que estaba prohibido en el Código Militar de EU, que ordenaba fusilar a los desertores.

Los que habían desertado antes de la declaración de guerra con México, fueron condenados a 50 latigazos y ser marcados con una “D” en el rostro con hierro candente. Riley estaba entre éstos, pero "se equivocaron" de mejilla al marcarle la D de desertor. Le aplicaron hierro candente en ambas.

Unos fueron ahorcados en la plaza de San Jacinto (San Ángel); otros en Mixcoac; el general Scott preparó un espectáculo macabro para los últimos 30.

La ejecución masiva frente al Castillo de Chapultepec
Los 30 San Patricios debían ser ejecutados en Chapultepec, tras la batalla del 13 de septiembre, en el preciso momento en el que la bandera de los EU reemplazara a la mexicana en el asta.

Uno de los combatientes, Francis O’Connor, había sufrido la amputación de las dos piernas el día anterior. El cirujano dijo que no podía ser colgado.

“¡Traigan al maldito hijo de puta! Mi orden era colgar a 30 y por Dios que lo haré”, respondió el coronel Harney. Lo promovieron a brigadier.

Con la soga al cuello, los irlandeses vitorearon la bandera mexicana y cubrieron de mentadas a los gringos. Eran bravísimos.

La oficialidad de EU quería con ese espectáculo cruel crear miedo a más deserciones en sus filas. Eso nos habla de sus métodos. Aún así, no lo logró.

Acta de defunción de Juan Reley
Un puñado de los San Patricios capturados regresó a Irlanda al final de la guerra, a través de una negociación entre México y EU. A algunos se les vio mendigar en las ciudades, con la marca de hierro en el rostro. De otros, se dice que efectivamente recibieron tierras. Juan Reley (su nombre de mexicano) murió en Veracruz, en 1850, de una congestión alcohólica. Cada 12 de septiembre, en el pueblo irlandés de Clifden ondea la bandera mexicana en su honor.

Cuando a los 30 de Chapultepec les dijeron que morirían al momento del triunfo de EU sobre México, uno de ellos gritó: “¡Entonces no moriremos jamás!”

Tenía razón. No han muerto. ¡No fueron desertores!... Fueron leales a sí mismos, al sueño de ser libres que los trajo a América.

 EU trató de esconder la existencia misma de los San Patricios, México tardó mucho en reconocer y dar a conocer hechos de aquella derrota nacional. No fue sino hasta hace menos de un siglo, en 1915, cuando se desempolvaron archivos y, de entre los espectros, salió a la luz de manera más o menos completa la historia heroica y trágica de estos bravos.

A continuación, dos homenajes musicales. "The Ballad of John Riley", de David Covics, con imágenes de la película "One Man's Hero", que narra la historia de los San Patricios.



   


 El segundo homenaje, The Chieftains, March to Battle:



Erin go bragh!